7 de noviembre de 2009

Dormir






He soñado que me apuñalaba.
Había árboles y era de noche. No estaba sola. Me apuñalaba con algo parecido a un cuchillo de piedra.
Primero a la altura del esternón, sin pensármelo. Y luego en el pecho.
Jamás me hubiera imaginado lo fácil fue.
Me tiré toda la noche andando y corriendo, tapándome con la mano la herida del pecho.
Iba perdiendo color. El rojo se volvía gris. Pero no era triste. Al revés.

Era necesario y no para morir.





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