
No dejo lugar al error y aún así se produce una y otra vez. Mastico tanto las cosas que acaban siendo n a d a. He perdido la espontaneidad del que no tiene nada que perder. Me concentro en analizar y diseccionar los gestos y palabras del resto. A mi tampoco me dejo escapatoria.
Vueltas y vueltas.
Lo pongo patas arriba y lo vuelvo a ordenar.
He perdido la costumbre de saludar a extraños. Es como si poco a poco me hubiese ido hacia dentro, dirección : mis tripas.
Un ovillo. La frente tocando el ombligo. Y ahí me quedo resguardada, en el calor de mi propia sangre.
Un cuerpo infinito hacia dentro.
- ¿Me pones una tarrina pequeña de limón?
- Claro. - en qué estaría yo pensando...-
Son las 17:00. Estoy a punto de salir.